martes, 6 de diciembre de 2011

GRAN PREMIO DE 1963 TURISMO DE CARRETERA

Escribe: Julio Guerriere
El año 1963 entregó en el orden automovilístico, más precisamente el TC, salientes acontecimientos. En el inicio de la temporada, en la Vuelta de Olavarría perdía la vida Juan Gálvez, el día en que Juan Manuel Bordeu debutaba en Turismo de Carretera.
En la Vuelta de Necochea, tercera realización del año, Dante Emiliozzi superaba por primera vez la barrera de los 200 kilómetros horarios para el recorrido general de una prueba (203,526 kp/h)) y se disputaba la 4ta. Vuelta Centenario Ciudad de 9 de Julio. Coincidentemente, las carreras señaladas tenían como vencedor al binomio de Olavarría.
El Automóvil Club Argentino tenía intención en esa temporada de llevar el Gran Premio hasta territorio chileno, idea luego desechada, para instalar su recorrido en 5 etapas por la geografía del centro-oeste del país. Se diagramó la gran justa con el siguiente itinerario: La primera etapa uniría Mercedes con Santa Rosa (La Pampa); la segunda Santa Rosa-Mendoza; la tercera Mendoza-La Rioja; la cuarta La Rioja-La Falda y la quinta La Falda-Arrecifes.
Para la magna prueba se registraron 122 inscriptos, de los cuales largaron 100 autos. De esa cifra, 72 sobrevivieron a la primera etapa, en la que el ganador Dante Emiliozzi marcó un promedio de 207,039 kp/h. La segunda etapa fue un filtro total y en la tercera, solamente 39 autos se hicieron presentes en el punto de largada.
Aquel Gran Premio tuvo variantes impensadas. El cigüeñal quebró las ilusiones de Emiliozzi a pocos kilómetros del control de La Rioja. Tomó la posta en cuanto a liderazgo, Carlos Menditeguy, escoltado por el entusiasta Félix Mabellini y un expectante Carlos Pairetti, debutante el año anterior, y que había sobresalido en la categoría al imponerse en una carrera reservada para “no ganadores”, y que junto a “Maneco” Bordeu enarbolaban la bandera de Chevrolet en su lucha contra los Ford. A la vez que aportaban lo suyo con marcado ritmo, Armando J. Ríos, Raimundo Caparrós y Manuel Mantinián.
En la cuarta etapa se accidentó Félix Mabellini y para el último tramo, que entregaba un camino llano y veloz, la diferencia entre Menditeguy y Pairetti era de 17 minutos, cifra prácticamente indescontable para el joven piloto arrecifeño.
El Ford N° 7 de “Charlie” ya había acusado en la etapa anterior algún problema en el distribuidor, pero
que no impedía que el acelerador no marchara a fondo en tenaz lucha con Bordeu en el tramo decisivo. A su vez, Pairetti se conformaba con el rol de escolta, que significaba para él toda una hazaña, máxime por tratarse de un Gran Premio. De a poco, fueron surgiendo las novedades. Menditeguy se detuvo para reparar el distribuidor perdiendo 14 minutos, lo que determinó que el margen horario se achicara. Así, Pairetti (informado desde el avión particular que lo seguía desde el aire) imprimió fuerte marcha y llegaron a acortarse las diferencias. Cuatro, tres, dos, un minuto. Hasta que en Todd, a 15 kilómetros del final de la prueba, el motor del Ford de Menditeguy se negó a continuar y en su segundo año en TC, Carlos Alberto Pairetti cruzaba victorioso la línea de llegada haciendo suyo el Gran Premio.
La competencia significó la más apabullante derrota de los Ford ante los Chevrolet, ya que la clasificación general entregaba 8 autos de los 6 en línea en los primeros 8 lugares, mientras Adolfo Sogoló era el Ford mejor clasificado con su 9° puesto.
El orden de la escuadra chevroletista fue la siguiente: Carlos Pairetti, Manuel Mantinián, Armando J. Ríos, Raimundo Caparrós, Cesáreo Castaño, Juan M. Bordeu, Norberto Polinori y Oscar Tejerina.
Los “chivos” lograban quebrar la gran hegemonía de Ford en la categoría. Que en la década anterior habían tenido a Marcos Ciani como sobresaliente abanderado y a Félix Peduzzi como ganador del Gran Premio en 1962, si bien Dante Emiliozzi, más allá del abandono, se ciñó la corona de campeón.
A partir de allí, la supremacía de los 8 en V no fue tan abrumadora, y mientras Emiliozzi, Alzaga, Menditeguy, Saigós, Casá y Rienzi, entre otros, eran firmes banderas del Ovalo, Bordeu, Pairetti, Cupeiro, Ríos, Meunier, Roux y Facchini, defendían con acierto los colores de Chevrolet.
La inserción de los Dodge y Torino en el Turismo de Carretera determinó un nuevo collage en el mapa de la categoría, por lo que ni Ford ni Chevrolet volverían a ejercitar un dominio tan excluyente como en la época del auténtico TC. Aunque hasta hoy, Ford y “Chivo” continúan mostrándose como el indispensable condimento del automovilismo telúrico.

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