miércoles, 26 de octubre de 2011

F.1 FUERZA LIBRE / LIMITADA





Grand Prix, Sportscar y Specials se enfrentan en Argentina. 1901-1961. Fuerza Libre, que puede interpretarse como “Potencia ilimitada”, es el nombre con el que se conoció en Argentina a lo que habitualmente el resto del mundo llamó Fórmula Libre, es decir carreras sin límites técnicos.


Fuerza Libre, que puede interpretarse como “Potencia ilimitada”, es el nombre con el que se conoció en Argentina a lo que abitualmente el resto del mundo llamó Fórmula Libre, es decir carreras sin límites técnicos. Por muchos años, en estos parámetros se desarrollaron aquí las principales competencias. Recordemos que aunque el Automóvil Club Argentino –fundado en 1904- se afilió en 1927 a la A.I.A.C.R. –Asociación Internacional de Automóviles Clubs Reconocidos, antecesora de la Federación Internacional del Automóvil-, sus carreras no obedecían a los reglamentos de ésta.
El automovilismo había llegado al país a comienzos del siglo XX a través de miembros de las familias más adineradas, producto de las exportaciones agrícola-ganaderas, que residían gran parte de sus vidas en París.
Actividad casi privativa de esos hombres de fortuna, sus mecánicos y choferes, se desarrolla hasta antes de la Primera Guerra Mundial con autos cada vez más sofisticados y potentes hasta llegar, al amparo de esta categoría sin restricciones, a la importación de varios autos radiados de los Grand Prix por los cambios de reglamentos en Europa. Esto será tanto una constante como una característica de la Fuerza Libre.
Cuando el conflicto cortó esa provisión de vehículos, fue el motociclismo quien tomó el estandarte del deporte mecánico con máquinas de origen norteamericano, y dio lugar a la aparición de nuevos héroes surgidos de la clase media que normalmente ascendían del ciclismo. Estos hombres se transformarán en los volantes de los “racers” del siguiente período, cuando después de 1918 el automóvil se fue popularizando y las casas importadoras, que cada vez eran más, encontraron en el deporte un medio ideal para promocionar sus productos. La base de este sistema fue el Gran Premio Nacional, que desde la década del ´20 fue centro de la actividad con una completa cobertura por toda la prensa. El mercado reemplazaba a las marcas europeas, principalmente francesas, por las norteamericanas. Argentina se transformaba en el séptimo país en el orden mundial en unidades circulantes.
Claro, que los deportistas adinerados subsistían y decidieron enfrentar a los poderosos equipos de las agencias, que usaban autos de producción mejorados –los “preparados en el país” o simplemente “preparados”- por autos cada vez más sofisticados, hasta volver a los Grand Prix que en Europa las reglas técnicas dejaban de lado. Estos serán conocidos aquí como “especiales de carrera” o “especiales”, en modo inverso al de “specials” del mundo anglo-sajón –y así serán referidos de aquí en más-. Pero estas máquinas sólo pudieron utilizarse en la medida en que se desarrollaron los circuitos, que usaban casi en forma excluyente caminos rurales, donde dominaron de tal modo que parecieron agotar el interés por el deporte a fines de esa década. Sólo el Gran Premio, donde se seguían uniendo las tres principales ciudades del país por rutas de estado calamitoso, quedaba abierto a las marcas de uso popular. Contrastando con un parque automotor rico y floreciente, la infraestructura vial era de las peores del continente.
Esta crisis deportiva quedó agudizada por las consecuencias de la económica tras la caída de la bolsa de Wall Street. Los presupuestos para publicidad e intervenciones deportivas se desvanecieron, y aún peor: muchas marcas desaparecieron en su país de origen. Así la actividad local fue menguando a unas pocas carreras al año, sostenidas mayormente por entusiastas sin más apoyo que sus propios recursos, con unos premios claramente devaluados.
Recién después de mediados de la década del ´30 la situación se revirtió. La reactivación económica multiplicó las ventas y renació el interés de los importadores por promocionar sus modelos, paralelo al del gobierno respecto a su inédita obra de infraestructura. Otra vez el Gran Premio fue el punto neurálgico, pero ahora tendrá un nuevo estilo. Cambiará el recorrido constantemente hacia nuevos y desconocidos rumbos del país, extendiéndose cada vez más en su recorrido. Entonces, en forma natural, los autos apropiados para estas exigencias se acercaban a los productos de serie reforzados. Además por seguridad y después de varios accidentes, pronto se prohibieron para esta carrera a los coches desarrollados para competición, de carrocerías tipo “baquet”, para exigirse las de serie, e incluso pronto sólo las cerradas. Nace entonces una nueva especialidad, llamada primero de “autos tipo Gran Premio” y con el tiempo Turismo de Carretera, cuyos límites mecánicos los ponían las mismas exigencias de las extensas carreras entre ciudades. Ofrecían la competencia de los mismos autos que se vendían en las agencias, de interés promocional para las importadoras y económico para los participantes, transformándose en un éxito popular.
La Fuerza Libre se especializaba en los circuitos, fueran los grandes rectángulos armados con caminos públicos, o en los surgentes trazados diagramados en los parques y paseos urbanos. La nueva prosperidad permitió que se trajera una nueva generación de vehículos Grand Prix, que va a opacar casi totalmente a los “preparados de la mecánica nacional”. La crisis internacional provocada por la Segunda Guerra Mundial detuvo la actividad por restricciones de suministros, combustible y en modo principal para la categoría, neumáticos. Era interesante la interacción que se estaba logrando con los vecinos de Brasil, cuyo automovilismo se había desarrollado explosivamente en esos años merced al Gran Premio de Río de Janeiro, reconocido oficialmente por la A.I.A.C.R.
Cuando en 1947 los motores vuelven a encenderse, se organiza un nuevo reglamento técnico para el ámbito local. De hecho, las carreras sin límites quedarán restringidas a las finales conjuntas entre las categorías de Autos Especiales –Grand Prix- y los de la Mecánica Nacional, y en poco tiempo quedará como único caso las 500 Millas de Rafaela, en sus anacrónicos circuitos de tierra sobreviviente de los viejos tiempos.
Por otro lado, paulatinamente se lograba una integración internacional a través de las famosas Temporadas que comenzaran con carreras de Fórmula Libre, circunstancia reglamentaria que se conservó para el Gran Premio de la Ciudad de Buenos Aires cuando en 1953 comenzó a disputarse el de la República dentro del Campeonato Mundial y que también dejaron aquí nuevo material mecánico.
Fueron estas, hasta un nuevo cambio reglamentario en 1961, las ocasiones para ver a esta extraña mezcla de las máquinas más sofisticadas y otras de desarrollo local compitiendo en la tierra de los gauchos.
Guillermo Sánchez.

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