jueves, 23 de enero de 2014

UN GESTO QUE FANGIO NO ESPERABA….



Miguel Eduardo Colazo
  Don Domingo Marimón tenía la sana y saludable costumbre, que a él le provocaba un placer muy especial, de invitar más o menos cada dos meses a sus amigos a almorzar a su casa del Cerro de las Rosas, Córdoba, para agasajarlos con una paella que él mismo se encargaba de preparar, con la ayuda de su hija y yerno.
 Su nieto Minguito, hijo de Onofre, era el encargado de las relaciones públicas, es decir repartir las invitaciones, que eran personales, de palabra y casi siempre un grupo estable que no faltaba nunca: los periodistas José Ayi, “Sprinter”, Héctor Acosta, el Dr. Nilo Neder, su sobrino Jorge (hasta hace muy poco o todavía vinculado a las carreras en funciones de promoción o marketing), colegas de otros deportes, quien suscribe, mi padre (que había sido compañero de lucha con Domingo en Santa María, Cosquín) y casi siempre algún invitado sorpresa que podía ser algún jugador de fútbol famoso o corredor de autos en actividad.
    La hora de la convocatoria era siempre el mediodía y todos tratábamos de ser puntuales para ir creando el clima previo al momento de sentarnos a comer la paella, a la hora 13 en punto, acompañando la paella con vino blanco Torrontés que, para don Domingo, era el complemento inevitable de esa comida de origen valenciano.
    Un día, como parte de sus frecuentes visitas a La Docta, con motivo de ser director honorario del Instituto de Enseñanza Técnica Renault, el invitado de honor fue nada más y nada menos que Juan Manuel Fangio, quien por supuesto aceptó gustoso compartir la mesa del “Gordo” Marimón y sus amigos, antes de ir a darles una de sus habituales charlas a los alumnos de la escuela técnica, formadora de excelentes mecánicos, muchos de los cuales después seguían ramas de la ingeniería.
    En esas reuniones periódicas teníamos un paradigma que se cumplía a ultranza: “a los postres, no hay discursos”. Pero cuando ese día el quíntuple se puso de pie y nos pidió un instante de silencio, nadie se acordó de la norma implícita.
    Y el C hueco empezó a hablar: “Quiero decirles algo que tal vez alguno de ustedes lo sepa, pero supongo que muchos no y que yo quiero que lo sepa todo el mundo, para que vean la clase de persona que es el Gordo Marimón. Cuando se anunció la Buenos Aires – Caracas fue para todos algo muy especial porque sabíamos, de antemano, que esa carrera se haría una sola vez y nunca más, de manera que quien la ganara tendría un lugar en la historia que no sería compartido por nadie. Con Domingo arreglamos de palabra, sin siquiera un apretón de manos, la formación de un equipo entre los dos, lo que significaba compartir los auxilios, repartir los gastos y, si llegábamos los dos autos a la meta hacer una vaca, sumar los premios y mitad para cada uno. No se habló más del tema porque los dos éramos hombres de palabra y sabíamos que cumpliríamos lo pactado pasara lo que pasara. Quiso la vida que yo tuviera uno de los momentos más tristes y dramáticos de mi carrera, con el accidente que le costó la muerte a mi acompañante Daniel Urrutia y que el Gordo ganara la competencia en un final increíble, por las cosas que pasaron en esa última etapa. Yo me volví a Buenos Aires triste y amargado y no tuve mucho tiempo para saludarlo al Gordo como correspondía. Y sentí bastante vergüenza cuando pocos días después del final de la carrera el Gordo se apareció ante mi en Buenos Aires. Al abrazo emocionado le siguieron las palabras de Domingo: Juan vengo a traerte lo que te corresponde, a pagarte lo que te debo…. Yo le dije: Gordo, si a mi no me debés nada. A lo que Domingo me respondió: ¿Cómo nada?. ¿No habíamos hecho un pacto que íbamos mitad y mitad?. Sí, Gordo, pero eso era si los dos llegábamos al final….. El que está loco sos vos, Juan, me aclaró Domingo, agarrá esto y si me lo despreciás nos peleamos para siempre. Era un importante fajo de dinero con exactamente la mitad del premio que cobró en efectivo el ganador de la Buenos Aires – Caracas. Y cuando al Gordo se le metía algo en la cabeza no se lo sacaba nadie”. El relato de Juan Manuel Fangio se entrecortó por la emoción y los que vivimos ese momento no lo pudimos olvidar jamás.
    Cuando 25 años después de la gesta histórica entre las capitales de Argentina y Venezuela se hizo una gran fiesta popular en Jesús María para recordar el acontecimiento, con la presencia de estos protagonistas más Luis Elías Sojit que revivió el relato de la llegada y el triunfo de Domingo Marimón, Fangio volvió a contar la historia ante las mil personas que compartían el ágape y el gesto del “Toscanito” se hizo más grande todavía….

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